para inaugurar la primera sesión del club en marcablanca, elegimos a una autora que ya formaba parte de nuestras lecturas, fernanda melchor, para adentrarnos esta vez en su novela páradais.  aquí van algunas de las cosas de las que hablamos (spoilers).

fernanda melchor es periodista, además de novelista, y ambas labores se contraponen y complementan. a través de la narración ficticia, melchor no busca centrarse en los meros hechos, como haría una crónica, sino ir más más allá, obsesionarse con los recovecos, con las zonas oscuras, de penumbra. pero su búsqueda en cualquier caso parte de la noticia. ya temporada de huracanes nació a raíz de una «nota roja» sobre el asesinato a una «bruja», que ella trasladó al pueblo ficticio de la matosa. este pueblo, sin embargo, era trasunto de otro real, que un amigo le comunicó que ya no existía porque había sido convertido en un campo de golf. esta noticia motivará la escritura de páradais, que ahonda en este tipo de lugar: una urbanización de lujo, paradise, que se aísla del exterior –el pueblo de progreso y los narcos– pero se olvida de las violencias que se pueden ejercer y sufrir dentro de ella. como dice melchor, la violencia «gratuita» es una perversión del ser humano que se adapta a muy diversas circunstancias.

ambos lugares trascienden y se erigen en una paradoja: progreso no es un lugar donde se pueda progresar, es una zona que se ha empobrecido a costa de las lógicas coloniales del capital. polo y milton muestran cómo la única manera que se les perfila como una posibilidad de triunfo y libertad no hace sino ahondar en su precariedad; como dice la cita reverenciada, nada ha cambiado. por su parte, el lugar que se crea como un cáncer, paradise, sigue siendo peligroso por muchas cámaras de videovigilancia que se pongan. hay una simbiosis entre ambos, son indisociables y cómplices. entre ellos se erige el río, una zona liminal que separa ambas realidades, y que los ricos habitantes de paradise tildan de asqueroso, mohoso y peligros; mientras que para polo representa la promesa no cumplida de una vida mejor y, finalmente, actuará como una suerte de purgatorio. melchor emplea de forma magistral las texturas fónicas, haciendo no solo que imaginemos preciosas u horrendas imágenes sino también, como ella dice, que las olamos y las sintamos; es una atmósfera perfectamente recreable.

en páradais se nos cuenta una historia que vuelve en círculos constantes sobre sí misma, ampliando un poco cada vez los hechos que rodean un crimen que se intuye (o anuncia) desde la primera página. el narrador, aunque hace uso de un estilo indirecto con mirada omnisciente, no es nada fiable; lo que hace es inmiscuirse en los pensamientos de polo, con una escritura verborreica o, como el río, torrencial, que nos arrastra hasta la escena final. cuando llegamos al momento del crimen la narración se convierte en un flujo de conciencia sordo o mudo, arrollador, de imágenes yuxtapuestas y disociadas que refieren al recuerdo de un hecho traumático. además, cuando llegamos al final ya sabemos lo que va a ocurrir, lleva prefigurándose desde el comienzo, no hace falta alargarlo. la crudeza es tal que no necesita adornos y, la propia melchor, confiesa que, pese a que estuvo unos cuatro años escribiendo la novela, no fue capaz de dedicar demasiado tiempo a la escritura de la escena.

lo importante realmente es lo que lleva al final, cómo el chiste misógino acaba en feminicidio. en páradais, melchor explora «la banalidad del mal», de la que habló hannah arendt, a través de la mente de polo. la principal característica de este personaje es, quizá, su absoluta falta de responsabilidad: nunca asume que es el culpable de sus actos, ya sean estos ser un alcohólico, dejar embarazada a zorayda o asesinar a dos niños (y ser cómplice de otras dos muertes y una violación). polo representa perfectamente, como dice la autora, la cobardía y la violencia del «colaborador». por su parte, con franco se nos presenta la violencia del incel. ambos personajes son perfilados de forma que lo más importante sea verlos actuar, sin ninguna cortapisa, ni censura. lo que busca melchor es justamente esa especie de clímax emocional que permite la interacción entre los protagonistas. son masculinidades solitarias e insatisfechas: franco a nivel sexual, polo a nivel laboral, y ambos a nivel afectivo. en franco, vemos cómo su obsesión por marián y el relato pornográfico le lleva a deshumanizar absolutamente a la mujer y a validar la violación como mecanismo para lograr su satisfacción sexual; todas sus fantasías son una sucesión de violentas escenas pornográficas. por su parte, la falta de futuro que se le perfila a polo le lleva a soñar con una libertad que solo se le ocurre identificar con ser reclutado por los narcos, como su primo milton, pese a que este le advierte de que esa opción no es una salida, sino una manera de hundirse aún más en el horror: la violencia es prestigio social, pero cuando pasa a ejercerla de manera brutal lo que genera realmente es trauma.

mientras planifican el crimen, polo y franco hablan de la violencia como si se tratase de un juego de niños, pero finalmente sus consecuencias les arrollan. franco es asesinado por la propia marian, cuya imagen ensangrentada resignifica la leyenda popular de la condesa sangrienta que atemoriza a polo: ella mata en un acto de venganza y autodefensa, pero los monstruos terroríficos en realidad son ellos. marian queda así atrapada en una imagen de la que, como persona rica aislada de la comunidad que dio origen a la historia, se sentía alejada tanto física como afectivamente.

la narración de melchor ha sido tachada por algunas críticas de misógina. efectivamente, la lectura no permite apartarse en ningún momento de la voz de polo, cuya misoginia es absoluta, como muestra la cosificación de marián o la incapacidad de gestionar su atracción sexual por zorayda si no es imaginando que la viola para castigarla y tratándola de puta –calificativo que además, en este caso, probablemente tenga más que ver con la actitud desinhibida de la joven que con su promiscuidad. la propia melchor reconoce que se siente más atraída por investigar las perspectivas masculinas en sus ficciones; no obstante, en temporada de huracanes se quitó la espinita al narrar desde voces femeninas el feminicidio de una mujer trans. pero, en cualquier caso, cabe preguntare si lo verdaderamente misóginono sería dar por hecho que las mujeres solo pueden contar historias desde un lado contemplativo y desde lo que se ha calificado como «escritura femenina». a melchor le interesa ahondar sobre lo que quiere entender, por horrible que sea, y señala que si algo es feminista es, precisamente, escribir sobre lo que desea

con todo, como concluimos en el club, leer esta novela es como caminar sobre piedras, es una «lectura a hostias» que nos presenta un lado nada amigable ni esperanzador de la realidad; pero también por ello es importante conocerlo y enfrentarlo.

por último, apuntar tres recomendaciones de películas que la lectura de páradais nos recordó: la ciénaga (2001) de lucrecia martel, nuevo orden (2020) de michel franco y parásitos (2019) de bong joon-ho.